Por: Escena Chiapas/ Tapachula (México)
Dos ciudades con una historia marcada por las migraciones, la salvadoreña Santa Ana y la mexicana Tapachula, firmaron hoy un acuerdo de hermanamiento tras varios meses de trabajo en un proceso de acercamiento y diálogo facilitado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el cual participaron sociedad civil, autoridades y representantes del sector privado.
“El hermanamiento facilitará que ambos municipios puedan enfrentar retos comunes, entre ellos el fenómeno migratorio, ya que resulta estratégico el fortalecimiento de vínculos de cooperación en la región para poder generar una nueva narrativa sobre la migración y erradicar actitudes de discriminación, discursos de odio y xenofobia hacia la población migrante”, comentó Jeremy Mac Gillivray, Jefe de Misión Adjunto de OIM México.
El objetivo del hermanamiento es contribuir a la integración socioeconómica de las personas migrantes mediante la promoción de intercambios culturales, académicos y comerciales entre Tapachula y Santa Ana. El proyecto conocido como “Ciudades Hermanas” comenzó en 2019 con el objetivo de integrar a las personas migrantes en México a través de intercambios entre ciudades de origen y de acogida.
En el caso de este hermanamiento se realizó un diagnóstico exhaustivo donde se establecieron criterios de elegibilidad basados en variables políticas, institucionales y sociales de los municipios que integran a nueve estados del sur-sureste de México. Este análisis permitió llegar a la conclusión de que Tapachula (Chiapas), por su ubicación geográfica, historia migratoria, capacidades institucionales y presencia de organismos internacionales y sociedad civil, es una ciudad idónea para la implementación del proyecto.
En el acto celebrado en el Hotel Loma Real de Tapachula la presidenta municipal de esa ciudad, Rosa Irene Urbina Castañeda, aseguró que formalizar el hermanamiento con Santa Ana, El Salvador, era “confirmar la tradición de Tapachula como territorio de paso, origen y destino de migraciones, de gente hospitalaria, generosa e integradora de flujos poblacionales a lo largo de la historia”.
“El hermanamiento es la oportunidad de sumarnos a la vocación humanista mexicana y coadyuvar a la atención del fenómeno migratorio para lograr juntos una aspiración compartida: que la migración sea un derecho, sea por voluntad y nunca por necesidad”, comentó la presidenta municipal.
Su homólogo salvadoreño también intervino: “Como alcalde municipal de Santa Ana estoy comprometido en construir junto a mi equipo de trabajo una Nueva Santa Ana, una nueva ciudad, que vele por el interés de las grandes mayorías y en ese sentido, me siento honrado de trabajar con la OIM para articular esfuerzos y frenar de una manera la migración irregular”, dijo el alcalde de Santa Ana, Gustavo Acevedo.
El hermanamiento entre Tapachula y Santa Ana se basó en una visión común de cooperación y desarrollo, y ha trazado líneas comunes de trabajo como tratar de erradicar actitudes de discriminación hacia las personas migrantes y presentarlas como individuos capaces de aportar a las comunidades por donde transitan o se establecen, y de contribuir a su desarrollo.
Esta orientación se encuentra en línea con la Agenda 2030 de Naciones Unidas, el Plan de Desarrollo Integral (PDI), el Pacto Mundial para la Migración Ordenada, Segura y Digna (2018), que apoyan los gobiernos de México y El Salvador, y concuerda con el principio básico de la OIM el cual señala que la migración ordenada y en condiciones humanas beneficia a las personas migrantes y a la sociedad.
A la ceremonia asistieron representantes de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) mexicana, del Ayuntamiento de Tapachula y de la Alcaldía de Santa Ana.
También estuvieron presentes miembros de organizaciones empresariales como la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (CONCANACO), representantes de la sociedad civil y de instituciones académicas.
Con esta alianza entre ambas ciudades se contribuye al fortalecimiento de la cohesión social entre El Salvador y México, y se reafirma el papel de los gobiernos y actores locales para garantizar la integración de las personas migrantes en condiciones seguras y humanas.